Los mejores espías siempre han sido un misterio para el común de las personas. ¿Cómo hacen para pasar desapercibidos, para recabar información valiosa sin levantar sospechas, para mantenerse fieles a su país o su organización? La respuesta no es única ni sencilla, pero sí podemos descubrir algunos secretos detrás de estos profesionales del engaño.
Un buen espía tiene que empezar por tener una personalidad adecuada. El espionaje no es para cualquiera: requiere una gran capacidad de mentir, ser discreto, tener buenos rasgos de observación y de memoria. Debe ser una persona paciente, perseverante y astuta, capaz de sobrellevar situaciones extremas y peligrosas. Debe saber cómo hacer preguntas sin levantar sospechas, cómo generar confianza en los demás sin revelar información comprometedora y cómo manejar la presión y situaciones límite.
Pero una personalidad adecuada no es suficiente; también se necesita una formación adecuada. Los mejores espías han recibido una sólida formación, tanto en lo que respecta a las habilidades sociales como a las técnicas y estrategias. Deben dominar varios idiomas, estar familiarizados con los sectores que se pretenden espiar y conocer los sistemas de inteligencia de sus objetivos. Deben saber cómo manejar armas y tecnología de comunicación, para infiltrarse en organizaciones, escuchar conversaciones y transmitir información. Muchos estudiosos coinciden en que, además, debe haber entrenamiento para saber cómo manejar situaciones de tensión, cómo sobrellevar prisión y cómo desenvolverse en situaciones de huida.
Otro aspecto fundamental es la capacidad de adaptarse a los diferentes entornos. Un espía puede ser enviado a cualquier parte del mundo y debe ser capaz de manejar diferentes culturas, idiomas, costumbres y códigos sociales. Debe ser un camaleón que se adapte a los cambios y a lo inesperado, sin perder su capacidad de identificar las oportunidades de obtener información crucial. Debe saber mantener la calma en situaciones de peligro o estrés, y ser capaz de improvisar cuando surgen cambios imprevistos o se presentan complicaciones.
La tecnología es otro aliado clave para los espías modernos.No hay dudas de que los desarrolladores de software y dispositivos electrónicos trabajan en conjunto con las agencias de espionaje para mejorar las técnicas y facilitar el trabajo. GPSs, micrófonos pequeños, drones, softwares de espionaje... la tecnología es una gran aliada en la obtención de información, siempre que se utilice de manera incógnita y prudente. Sin embargo, a pesar de la ayuda tecnológica, los espías también necesitan demostrar habilidades y capacidades humanas para ser efectivos.
Los espías también saben cómo trabajar en equipo. A pesar de la mala imagen que los profesionales de la inteligencia suelen tener, lo cierto es que ellos son expertos en el trabajo grupal. Saben cómo mantener relaciones con otros agentes en el terreno, cómo cooperar para sumar fortalezas y cómo dar y recibir información. Deben tener la capacidad de saber quién es quién en su agencia y quienes son sus colaboradores, sin desatar conflictos ni poner en peligro la misión. Aunque utilizan el engaño como medio para cumplir su objetivo, la honestidad y la lealtad son fundamentales en su trabajo.
Y, por último, para ser un buen espía hay que ser discreto y mantener el bajo perfil. Los espías no buscan la fama ni el reconocimiento público. Todo lo contrario, tratan de mantenerse en el anonimato y a veces hasta pasar desapercibidos en su rutina diaria. Deben tomar medidas para mantener el secreto de su trabajo, siempre sabiendo qué información compartir y con quiénes. No pueden dar ni recibir información de forma indiscriminada, ya que sus acciones pueden poner en peligro su trabajo y la seguridad de su país.
En conclusión, los mejores espías son aquellos que combinan una personalidad adecuada, una formación sólida, una buena adaptabilidad, la utilización prudente de la tecnología, una buena capacidad para el trabajo en equipo y la discreción en su trabajo. Estos son algunos de los secretos que hacen de ellos unos verdaderos profesionales del engaño. Y aunque estos sean los valores que respaldan su profesión, no podemos dejar de lado que estos profesionales se juegan todo en su trabajo. En definitiva, no se trata de ser malos amigos, sino saber actuar en el momento justo para que todo salga bien.